El fuego de aquel león ardoroso
agita el pincel y la vara del zahorí,
de la paleta hace saltar indómitos corceles
y gigantes de la casta de Anac,
todos convergen en un punto único
dispuestos a rescatar ese estandarte
que el héroe ha dejado escapar.

La suma de convergencias gira arremolinada
en torno al punto crítico,
las llamas del león bravío marcan cada gesto
y el pendón respira anclado,
como centro de atención al acecho
convirtiéndose en una válvula,
dispuesta a buscar la varilla de fricción;
los flecos y la seda flotan ignorando
la batalla desatada en su nombre,
sin adivinar quien será el vencedor.

Este blasón no luce símbolo de águila bicéfala
el anillo cerrándose alrededor del compás;
esquiva los golpes del martillo,
y el centeno reclama la compañía
de las ramas del olivo...
Pechos volcánicos que arrojan muy lejos el martillo y la jabalina
y lanzan los discos a una órbita sideral,
se preparan para un osado rescate
he aquí los auténticos domadores
de la Bestia Rubia...

Novalis está al frente de la caballería
Milton limpia el mítico camino,
Héctor reponiéndose a la cimitarra de Aquiles
señala la posición correcta,
Rubens se apresura y rescata el estandarde.

La hoguera donde nacen los leones intrépidos de Leonardo;
también encienden los músculos que rescatan al gonfalón.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia