En lugar de flores te regalo estampillas
algo paradójico, según análisis postrero;
olvido la perfumería para no ofrecerte esencias
prefiero buscar la petunia en el catálogo
y así nos une más la afición a la filatelia.

Desde aquel sábado hace décadas cuando apenas soñaba
entonces vivía en un caserón de barro y palma
lo cierto es que el cartero llamó tres veces,
y la primera carta ante mis ojos;
reflejaba un sello rojo en el ángulo
nada sabía del profesor inglés,
ni del dibujo que los enamorados estamparon en el sobre
me propuse guardarlo al lado de mi cometa;
y lo dejaba destellar en mis sueños como contraseña mágica
me sorprende saber que tú hacías algo idéntico.

Tu faz de niña soñadora
dibujaba los sellos en medio del juego
orquídeas de brillo parásito;
imágenes evocando color
incluso soñabas con la medalla olímpica
al diseñar la viñeta
para el primer álbum.

Doblé la isla de Ceilán
para regalarte un pajarraco
irisado con destello carmesí;
él mantenía enamorada a tu pupila
lo traje para quitarte ese desvelo,
además la estampilla es un documento histórico.

Buscaremos este broche místico
es más valioso que una medalla,
perfectamente puedes usarlo como prendedor
también cual clavel puedo llevarlo en mi solapa
tesoro del cofre de los césares
colección ávida para el pensador
que valora los detalles.

Al lado del verso de timbre filatélico
florece aquella sonrisa que te conozco
cuando promedia la tarde;
y con melancolía contemplo el triunfo de la máquina
no sé que haremos ahora cuando impera el eléctrico correo.