No dejemos hundir nuestro esquife
salvemos del naufragio el romance,
la vela púrpura apenas se hincha con el viento
y su magnífico tono se tiñe de oro.

Siempre he sido náufrago desde mi infancia
no dejes zozobrar ahora mi ilusión
mándame algún recado en el hálito del azahar
sería bálsamo para mi dolor,
dame apoyo para frenar en seco la carrera
de la indómita soledad;
tu diálogo es mera declaración de quiebra
y ya no te siento reír ni cantar.

No dejemos morir nuestro romance de inanición
quizás venga un vuelco,
no puedo olvidar tus caricias
y tú no olvidas mi canto triste.

Nuestra esperanza no puede seguir escuálida
a tu lado me siento el último romántico,
para galopar en mi alazán hasta tu ventana
y cantarte una tonada hasta que salga el sol
espero que tu pupila acaricie un zafiro.

No dejemos naufragar nuestro amor
tal vez emerga una reversión histórica
alguna panacea en el postrer aliento,
si estás dispuesta a pelear por él estoy contigo
ciñendo el yelmo como Brunilda,
quizás llegues a tiempo para triunfar
secándose al viento se acabará mi angustia
cuando contemple tu oportuna aparición en la palestra.

¡Y oírte decir como aquel general en la agonía del ocaso:
"La batalla está perdida pero aún hay tiempo para ganar otra"!